Durante 3 años, al hacer un típico paseo por mis recuerdos; los lugares que he visitado y las rutas he he recorrido, recuerdo esta visita breve a la Araucanía, que por un lado me permitió aprender de otras personas y de mí mismo. Porque bueno, lo ideal es aprender de las buenas y malas experiencias, este viaje fue una de esas malas experiencias. Por mucho tiempo he considerado que mi narración fue bastante suave, tal vez piadosa, motivado por mi idea de “no debería hablar mal de los demás”, pero sin embargo poco honesta, ya que opté por omitir muchos detalles, que no son necesariamente hablar de los demás, más bien, son estas acciones de los demás las que hablan de si mismos.
Es por lo anterior que decidí lanzar la Visita Fugaz ver.240531, en una flamante reedición de tapa dura, con 2.000 palabras adicionales, notas del autor y marcapáginas de regalo (hasta agotar unidades). En verdad sólo amplié la estructura original con partes no narradas, el texto principal sigue teniendo la misma calidad de un yo de hace 4 años, para bien o para mal, aunque hayan partes que podría haber reescrito completas ahora con algo más de experiencia.
Luego de acompañar a Willi en una ruta breve a Baños Colina para probar su moto posterior a su accidente, me invitó a acompañarlo en un tramo de su viaje hasta Ushuaia, ofreciendo pagar la bencina y algunos alojamientos. Le habían gustado las fotos que le tomé en el Cajón del Maipo y que subió a sus redes sociales, por lo que mi misión sería tomar fotos en este tramo. Además me dijo que podría ser una buena experiencia andando en moto, donde podría aprender y aprovechar de tomar fotos de paisajes y observar aves.
Luego de pensarlo durante varios días, donde una parte de mí me decía que no lo pasaría bien yendo con compañía y la otra me decía que no me autosaboteara una oportunidad (algo habitual), decidí acompañar a Willi, así que mi plan era recorrer parte de la Araucanía andina y luego volver a Santiago.
25-nov. Santiago – Victoria
615 km
El día lunes 25 de noviembre nos reunimos en la Copec de NOS, junto a la Ruta 5 Sur, y partimos a las 8:30. El destino para el primer día: Victoria. Ahora debo mencionar algo que he leído más de una vez: viajar en moto por la autopista arruina la diversión. Supongo que depende de cosas como la distancia, el estilo de moto (o si eres de los 200+ km/h) o qué tan bonito está el día… Pero simpatizo con la idea, el resumen del día 1 es un viaje agotador de 600 km con pocas detenciones, nada glorioso, pero necesario esta vez.
La mayor parte del recorrido consistió en Willi adelante con su F800GS y yo siguiendo, algo obvio considerando la diferencia de cc y que no me importó. Sin embargo forzar el motor de la Tornado a ir todo el día a 120 km/h no me gustó mucho, a pesar de que advertí que mi moto no era tan rápida, y cuando terminó este trayecto algo de aceite transpiraba por la tapa del cilindro. “That doesn’t look well”, indicó Willi, aunque no necesitaba que me lo dijeran.
Al llegar, mi tarea fue encontrar un hostal para pasar la noche, y encontré el mejor: Hostal II Cedros en Avenida Arturo Prat 714. Por si alguien visita Victoria, por $15.000 pueden tener una habitación para 2 o 3 personas y un ambiente seguro y tranquilo. Comimos fideos con un pesto de frasco muy bueno, conversamos un rato y Willi me contaba sobre lugares donde había estado, algunos otros motociclistas que conocía (haciendo distinción entre algunos viajeros “de verdad” y otros que por algún motivo tenían menos mérito o era para mostrar lo que hacían en redes sociales solamente), lo útil que había sido tener auspiciadores y que podría tratar de vincularme con cosas así (¿yo promocionando cosas?), además de que etiquetarme en las fotos haría que más gente viera mis fotos de naturaleza. Tomamos unos minutos para revisar la ruta del día siguiente en un enorme mapa que Willi llevaba, donde sugerí algunos lugares, antes de ir a dormir.
26-nov. Victoria – Icalma
187 km

Nubes. Oscuras nubes se acercaban desde el poniente, no hacía falta ver el el pronóstico para el día: lluvia. Mientras preparábamos las motos, una adorable y tímida criatura me observaba entre las plantas del frondoso jardín, un único ojo curioso y verde. Se llamaba Shine y fue abandonada en terribles condiciones, pero la dueña del hostal la ayudó a sanar y vive ahí.

Partimos rumbo a Curacautín, la ruta es preciosa y un buena bienvenida si comienzas a adentrarte a la bella Araucanía. Pendientes y curvas, a ratos peligrosas, y que a pesar de estar bien pavimentadas han cobrado la vida de muchas personas. Al llegar a Curacautín la lluvia nos alcanzó por fin, el plan era subir la Cuesta Las Raíces camino a Lonquimay, uno de los lugares más hermosos que he visto y que también pude visitar en otoño del año pasado junto a mi amiga Aina.

Foto: Willi
A medida que avanzámos hacia el oriente, le sacábamos ventaja a la lluvia, incluso había un poco de sol al llegar al inicio de la Cuesta Las Raíces… Lo mejor estaba por venir. Esta ruta consiste en unos 15 km de tierra y ripio, las mayores pendientes están justo al inicio y final con curvas cerradas. Había imaginado decenas de veces lo que sería poder recorrerla en moto, pero de las muchas imágenes en mi mente nunca conté con que comenzaría a nevar al ascender.
En una curva, Willi tuvo problemas y su moto cayó de costado sobre el barro resbaladizo y, por apresurarme a ayudarlo, busqué un lugar más estable para detener mi moto, pero no lo suficiente, al bajarme vi como también se deslizó un poco y no pude detener su caída… (flashbacks de mi primera aventura sobre la nieve fueron inevitables, jajaja). Levantar una BMW F800GS Adventure (229 kg), y además cargada a full fue un desafío, pero lo logramos, increíblemente nos tardamos 3 veces más en levantar a Gilrain, mi XR250 Tornado (143 kg). ¡Esta vez los cubre puños hicieron la diferencia y no quedé sin embrague como hace unos años!

Foto: Willi
Debo admitir que ver la nieve caer en medio de araucarias ha sido una de las cosas más bellas que he visto. Silencio total, sólo a ratos una rama se sacudía la nieve de encima. Frío, blanco; nadie lo veía, pero sonreía de emoción bajo mi casco. El Volcán Lonquimay se escondía tras una densa cortina de nubes y nieve, las planicies en la cumbre eran una infinidad de blanco sólo interrumpida por algunas araucarias solitarias que se erguían sobre la nieve.


El descenso puedo describirlo, sin exagerar, como extremo. La nieve comenzó a cubrirme de frente, el camino de tierra arcillosa estaba totalmente mojado, la visibilidad era mala… En definitiva, un camino difícil en condiciones difíciles. El corazón acelerado en cada curva con pendiente, pero finalmente se logró.


Una detención breve en Lonquimay, el sol brillaba nuevamente, pero las nubes nos pisaban los talones (¿o más bien las ruedas?), debíamos llegar a Icalma, y considerando la lluvia decidimos la ruta por Liucura (72 km, 42% off-road) en vez de la ruta de ripio por Galletué (52 km, 77% off-road), más emocionante, pero ya habíamos tenido la emoción del día. El sol salió otra vez y al acercarnos a Icalma la lluvia finalmente nos alcanzó para no dejarnos, hay un lugar llamado La Última Frontera, precioso junto al Lago Icalma, pero no estaban habilitados los campings por remodelación de los baños, así que tuvimos que optar por una cabaña a un precio conveniente. Revisamos otra vez el gran mapa para planificar el día siguiente antes de dormir. Y afuera: la lluvia, el viento y el frío.
27-nov. Icalma – Pucón
236 km
A la salida del sol aproveché de observar aves un rato junto al Lago Icalma, una familia de canquenes comenzaba el día en la orilla, ¡una adorable escena para comenzar el día!


El pajareo fue breve para no atrasar la partida, pero al llegar vi que Willi estaba ordenando ya sus cosas y comentó que íbamos a salir tarde porque no tenía listas mis cosas, sería el único “pajareo” del viaje, en el sentido de caminar lejos de la moto a observar aves. Comenzamos temprano el descenso hacia Melipeuco por la Ruta S-61, serían 40 km y la primera mitad era ripio, un bello paisaje rodeados de araucarias y rústicos puentes de madera para cruzar uno que otro río de alegre sonido. El paisaje en este lugar es formidable, a medida que se desciende el bosque se hace más denso, las araucarias van quedando atrás, pero se las puede ver cubriendo las montañas, coronándolas con su característica silueta.


Cada cierto rato, donde el camino lo permitía o existía algún lugar pintorezco o un paisaje escénico (¡prácticamente cada kilómetro de cualquier camino en esta zona!) nos deteníamos a tomar fotos, además de grabar algunos videos. Yo feliz haciendo mi parte. Llevaba mi mochila con el equipo fotográfico en el top case de mi moto, por lo que a una señal de Willi, quien iba guiando, lo adelantaba, me detenía y sacaba mi equipo. En algún momento de este trayecto me dijo “We’re losing time each time we stop, do you think you can carry your camera on your shoulder?”. Considernado los factores ‘camino de tierra + riesgo de caer + la cámara va en su mochila’, le expliqué que no sería buena idea, de hecho nunca llevo la cámara en mi hombro cuando ando en moto. Noté esa expresión de alguien que dice con la mirada “que mala voluntad”, pero decidí ignorarlo, supongo que son distintas visiones de cómo cuidar una cámara (o tal vez porque yo sé su valor).
Antes de Melipeuco, tomamos un desvío de apenas 2 km para ver el Salto de Truful Truful. En Melipeuco esperábamos ver el Volcán Llaima, el segundo más alto de la Araucanía (3125 m) y uno de los más activos de Chile, pero las nubes fueron persistentes y sólo permitían ver por segundos parte del cráter nevado. Continuamos el camino hacia Cunco, donde comimos algo (¡al fin!) y avanzamos rumbo al sur por la Ruta S-69, hacia Villarrica. El camino eran en su mayoría ripio, bastante transitado considerando los caminos anteriores, y a ratos con un algunos baches e irregularidades.
En ese momento nuestro protagonista no lo sabía, pero el camino le quitaría algo preciado durante su paso. Pero no sería hasta varios km después que se daría cuenta…
El Lago Villarrica apareció entre los árboles y llegamos a la ciudad del mismo nombre, y como cerca de toda ciudad, el tránsito se volvió lento y más denso, sería así todo el camino hasta Pucón por la Ruta 199, pero ir en moto junto al enorme lago era suficiente para no pensar en los otros vehículos. Se hacía tarde y camino a Curarrehue, donde habíamos planificado llegar ese día, consideramos tomar la ruta que cruza el Parque Nacional Villarrica hacia Coñaripe: la Ruta S-939 (y el resto sin nombre), un camino de unos 50 km de off-road en pésimo estado, posiblemente el camino más complicado de los pocos que conozco. Por la hora (19:00, quedaban 90 minutos hasta la puesta de sol) pensaba que lo mejor sería hacerlo a la mañana siguiente, habíamos considerado ese plan, pero Willi insistió en que alcanzaríamos… «Oh no, no quiero hacer este camino y que se haga de noche en la mitad», pensé.
♠ Nota del autor: una parte de mí tampoco veía con entusiasmo llegar al mismo punto para acampar que descubrimos con Aina el año anterior, y si bien no sería “sobreescribir” recuerdos felices, sí sería sumar una segunda experiencia en el mismo lugar, una experiencia que hasta ahora aumentaba hacía crecer la sensación de ansiedad dentro de mí.

Decidimos avanzar sólo 10 km desde Palguin Alto para evaluar la Ruta S-939, pendientes fuertes con ripio mojado y en mal estado… “Camino Cerrado” anunciaba un cartel en la entrada del parque, avanzamos un poco más hasta la guardería de Conaf, un lugar fantasma, al igual que el año anterior, ya con la luz del crepúsculo. Pensamos si acampar ahí, el río sonaba cercano y los rayaditos cantaban. “Ok, acampemos aquí”.
Es en este momento, cuando nuestro protagonista vuelve a su moto por su carpa, que comienza la tragedia…
“Mi carpa… ¡No está!” La mitad de mi cerebro sólo era estática, la otra mitad trataba de buscar una explicación. “Fue en el camino de ripio entre Cunco y Villarrica de seguro”, pero tal vez fue en este último tramo complicado… De todas formas no podríamos acampar, la luz se iba y partimos rápidamente de vuelta. Debo reconocer que en parte por el estrés y también de forma consciente, hice la ruta de regreso bastante rápido, no lo disfruté mucho obviamente, pero creo que fue una buena prueba técnica. “Ariel, lo único que podría empeorar esto aún más es que te caigas”, repetía eso en mi mente para mantener la frustración a raya e ir atento al camino. La carpa no apareció… Mis pensamientos aún eran un desastre de reproches a mí mismo. Llegamos a Okori Hostel cerca de Pucón, ya de noche.
Un cansado Willi y un desastrozo yo conversamos sobre qué podríamos comer. Él mencionó que había visto una tienda abierta un par de kilómetros atrás donde podrían vender algo de comer, que si me parecía podría ir a comprar algo o lo esperaba y veíamos qué hacer. Me quedé sentado en el salón de la recepción un buen rato, mirando el suelo y pensando en lo estúpido que había sido por no asegurar mejor la carpa. Pasaron los minutos, tal vez media hora, cuando llegó Willi, con una expresión molesta al verme todavía sentado. “You didn’t go to the store?? What are we going to eat?? Look at the time, it must be closed by now”. Confundido, le dije que entendí que iríamos los dos al rato (era bastante tarde ya) o que yo decidiera si comeríamos algo o no.
♠ Nota del autor: Me dijo un par de cosas más, que a la fecha de esta reedición ya olvidé, pero fueron en tono poco amable y sólo sumé otra cosa más por la cual sentirme mal esa noche.
Me quedé en el salón un rato más y, contrario a lo que habría esperado, al rato volvió con el enorme mapa a revisar la ruta del día siguiente, preguntándome qué sugeriría. Con mi dedo recorrí las rutas que unían Pucón > Villarrica > Lican Ray > Coñaripe > Panguipulli, desde allí yo partiría hacia el noroeste a Lanco, de vuelta a la Ruta 5 y él podría seguir su camino al sur. Estuvimos de acuerdo en la ruta y fuimos a nuestras habitaciones.
Me acosté pensando en que esto no iba bien, aunque mañana terminaría, y en mi carpa. “Eventualmente lo superaré, como todo lo que he perdido…”
28-nov. Pucón – Victoria
416 km
Un nuevo día, me sentía mejor, ¡definitivamente despertar junto a un bosque con aves cantando levanta el ánimo! El hostal era muy bonito, habían pocas personas y era el lugar estéticamente más hippie en el que había estado, muy agradable y me hacía pensar constantemente en la banda Ozric Tentacles. Por $10.000 tienes una cama (habitación compartida), calefacción, ducha caliente, wi-fi… Y muchos árboles al asomarse por la ventana.
Este sería el día final para mí, ya que comenzaría mi retorno a eso de las 17:00 (o eso pensaba) luego de avanzar un poco más hacia el sur. El plan del día era llegar a Lican Ray, luego a Coñaripe y desde ahí ir a Panguipulli para poder alcanzar la Ruta 5 Sur. En Lican Ray paramos a comer, mientras estábamos ahí, Willi sacó su notebook y me pidió las fotos, le expliqué que estaban en formato raw y que quería revelarlas antes de mandarlas todas (de la misma forma que se las ofrecí en el Cajón del Maipo), pero insistió en que quería los raw en ese momento, copiando todas las fotos de la memoria durante casi 1h con un adaptador lentísimo que compró en una tienda rural, un buen tiempo perdido. Luego de un momento aún más desagradable que haber perdido la carpa, donde literalmente me mandaron de vuelta a Santiago (idea que incluso me gustaba), seguimos el camino hacia Panguipulli.
♠ Nota del autor: Esta escena fue particularmente complicada, en la edición para todo público se optó por dejarlo en “un momento aún más desagradable”, pero al llegar a Coñaripe, según el plan, Willi se detiene, me detengo junto a él y apaga el motor. “You know, I think we should do this other road”, procede a mostrarme una ruta (Coñaripe > Pellaifa > Punahue > Panguipulli) que rodea hacia el oriente antes de volver a Panguipulli, con una distancia total de 93 km (en vez de los 36 km pavimentados que habíamos acordado) y que al menos 1/3 de esa distancia era off road. Cualquier lector que haya puesto atención, habrá notado que cada noche abrimos el mapa y usamos un rato viendo la ruta, le comenté “Listen, every single night you opened your map and asked for suggestions, why did we spend time yesterday picking a route and calculating times if you will change things midway?”. Me decía que de eso se trataba viajar, de improvisar y explorar. Yo, además de no querer llegar de noche a Victoria al final del día, estaba algo cansado de todo esto, defendí la idea de mantener el plan y tuve una gran respuesta: “You know what? I think you should go back to Santiago, so I can do what I want”. Era justo lo que necesitaba y me pareció una excelente idea, por lo que mi respuesta fue “Sure, no problem”, encendió su moto y se marchó sin decir más. Me quedé un momento detenido, procesando qué había sido todo eso, cuando volvió y me dijo “Okay, let’s do the route you wanted”, y partió otra vez… Lo seguí en esa ruta hasta Panguipulli, que era de todas formas la ruta que yo debía tomar, donde se detuvo en un par de lugares más, como si nada hubiera pasado, por si podía tomarle fotos.
En Panguipulli nos detuvimos en la costanera, donde descansamos un rato. Fue en ese lugar que se acerca una mujer y dos jóvenes, nos saludan muy amistosamente y nos preguntan sobre nuestro recorrido, nos cuenta que ellos son sus hijos y que él era sordomudo, además de futbolista y que amaba hacer trail running en las montañas. Admito que fue un momento muy cálido y alegre, también fue la primera vez que interactuaba con un sordomudo (¡aprendí algunas palabras!), su madre y su hermana hacían de intérpretes sordomudo-español y yo estaba de intérprete español-inglés. ¡5 personas y 3 idiomas! Fue algo genial y que agradezco. Nos desearon un buen viaje y abandonamos Panguipulli con un lindo recuerdo.


En un último momento, me preguntó si podríamos finalizar esta ruta en la ciudad de Los Lagos, tomando alguna ruta off road, que es lo que había querido todo el día. Esta ciudad sería nuestro punto de despedida, pero para llegar ahí decidimos explorar un caminos secundarios, que alternaban primero entre campos con ovejas y luego se convirtieron totalmente en caminos de ripio de las plantaciones forestales. Comenzó a llover débilmente. A pesar de que no me gustan estos “bosques silenciosos” (los monocultivos de eucaliptus), recorrer esos caminos en moto fue entretenido, apenas habían otros vehículos y cuando nos deteníamos se escuchaban los troncos murmurando al doblarse con el viento. En este tramo, Willi me preguntó si podría adosar con duct tape su GoPro a mi top case para hacer algunas tomas, a lo que me negué, al igual que cuando en el Cajón del Maipo preguntó si podía hacer lo mismo con mi casco.

Llegamos a Los Lagos a eso de las 18:30 y nos despedimos, Willi continuaría hacia Osorno (no sin antes descargar las nuevas fotos por algunos minutos) y yo debía llegar a Victoria para pasar la noche. 19:15, comenzaba un penoso y frío retorno de 227 km por la autopista hacia el norte, preferí avanzar sin detenerme y me tomó 3 horas, suficiente tiempo para discutir conmigo mismo, fue una agotadora prueba de resistenca física, mental y emocional, (¡además de una lluvia de mosquitos!) ¡pero lo logré!

En Victoria volví al Hostal II Cedros a eso de las 22:30, estaba preocupado y muy estresado por llegar demasiado tarde, pero la dueña muy amable me digo que no era problema (se ganó mi gratitud). Una habitación para mí solo y, a pesar de estar agotado y hambriento, pude relajarme y sentirme mejor. Pude hablar por teléfono con una amiga, Topi, quien me levantó el ánimo y rápidamente sentenció “típico divo egocéntrico de redes sociales, he lidiado con gente así”, así que conocí un nuevo tipo de persona. Mi cena fue una caja de arvejas que viajó todo el camino, especialmente para ese momento. A estas alturas me sentía aliviado de estar regresando a Santiago. Y también por estar solo una vez más.
29-nov. Victoria – Santiago
618 km
Me acosté casi a las 2:00 AM, no puse alarma, pero aún así me desperté a las 7:00 AM (reloj biológico masoquista). Caía una lluvia suave afuera, pero me sentía bien, “hoy nada saldrá mal, hoy nada me hará sentir mal, aunque llegue de noche a Santiago”. Me iba a duchar y noté que no salía agua caliente, salí a mirar y estaban cambiando el gas que se había acabado, de todas formas opté por una ducha fría, muy fría, a veces creo que hacen bien.
La dueña me ofreció desayuno, la mesa tenía platos con mantequilla, queso, jamón y agua para té o café. “Tengo un largo día por delante, así que…”, fue un desayuno abundante, sin jamón y con dos tazas de café cargado. En el jardín me saludó una cara conocida: era la gata Shine que se refugiaba de la lluvia, pero que no me dejaría ir sin despedirse… ¿O sólo quería un abrazo y cariños? 😉

Comenzó a llover más fuerte mientras hacía mis últimos preparativos, muy importantes por cierto: “Hola, señor, voy a llevar una barra grande de chocolate y maní salado”, después de todo tenía 630 km de autopista que cubrir y comer en las bencineras es un crimen para mí ($$$).
A las 10:00 estaba partiendo en la autopista, pero sólo alcancé a avanzar 10 km cuando el sur me recordó cómo era el sur: ¡comenzó a llover muy fuerte! Tuve que refugiarme en un paradero durante un rato cerca de Ercilla. Fue un momento en que lamenté no tener aún un pantalón de moto (con impermeable).

La lluvia aminoró un poco y seguí, aunque hice una pequeña detención en Ercilla, donde volvió a llover fuerte. La noche anterior busqué una cervecería artesanal para llevar un regalo a Santiago, “Brauerai Bühler” apareció en el mapa y estaba en el camino.
El dueño, Claudio Barra Geissbühler, me recibió en su casa (¡incluso salió el sol!) y me invitó a conocer su fábrica. Se alegró mucho cuando me vio llegar en moto, me contaba que también andaba en moto y que le gustaría mucho recorrer la Araucanía andina como lo estaba haciendo, su socio también me saludó y me contaba que tuvo una Honda XR250L hacía años, así que pudimos compartir un rato sobre motos.

Me contó la historia de cómo llegó a Ercilla y comenzó a hacer su propia cerveza, vi los primeros fermentadores que usó y los actuales, más grandes. Mi plan era comprarle un par de botellas chicas, pero me ofreció (e insistió) en que las aceptara como regalo, además de una especial botella de vino blanco hecho con las uvas de su propia casa. ¡Muchísimas gracias por su generosidad y hospitalidad! Si lees esto y pasas por Ercilla, estás a 1 km de visitar la Cervecería Bühler 😉
Luego de esta agradable detención, volví a la autopista… Y la lluvia volvió por mí. “De todas formas llegaré seco a Santiago”, pensaba.
Resumiré el resto del día así: me detuve en casi todas las Copec que encontraba unos 15 minutos, chocolate + maní + agua, continuar. Esta vez quería volver relajado, así que me mantuve a 90 km/h todo el camino y creo que Gilrain lo agradeció. Fue físicamente agotador, pero a eso de las 21:00 llegué a Santiago, además de tener un nuevo record: ¡618 km en un día! (Aún me falta para un Iron Butt Challenge, jajaja).
En casa pude reunirme con Jango, mi gato, y pude descansar lo que necesitaba. Creo que debí haber esperado a otoño para hacer esta ruta, así habría haber recorrer con más tiempo y más calma, pajarear más, ¡además de tomar muchas fotos!
Epílogo
Me entristece que mi primera experiencia viajando en moto con otra persona haya resultado desagradable, sobretodo porque lo que inició todo esto fue el querer ayudar a alguien que pasaba por un mal momento (choque, lesiones graves y cirugía), no quería nada a cambio, y no esperaba ser tratado con cierto nivel de desprecio. En fin, los caminos se han separado. De todas formas creo que pude aprender algunas cosas para no volver a equivocarme (como asegurar mejor el equipaje a la moto…), identificar (y reaccionar) ante personas con este tipo de personalidad y conductas. Días después, mi amiga Cata me dio una de esas oportunidades de verse a uno mismo en los ojos de alguien más: “eres una persona manipulable y te encontraste con una persona muy manipuladora”.
Ariel siguió andando en moto, con un refuerzo de su antigua idea de que es mejor salir solo, aunque de vez en cuando lo sigue pasando bien saliendo con algunos amigos a pajarear. Espera haber aprendido algo de esta experiencia y volver algún día a la Araucanía en moto.
Citando un par de líneas de Neil Peart en Traveling Music (exclusivo de esta reedición 2024 de Visita Fugaz, ya que lo estoy leyendo actualmente):
Companions like that were another reason it was ofter nicer to be traveling alone. Company could be pleasant, if it was good company.
Willi continuó su viaje, a los pocos días de despedirse escribió un par de veces, para mandar fotos que tomó otro fotógrafo que conoció, donde se le veía derrapando en una curva de ripio… y que chocó de frente con un vehículo mientras hacía eso y que estaba hospitalizado al sur de Puerto Montt. En sus redes sociales subió fotos tomadas por Ariel, etiquetando mal su usuario, aunque Ariel nunca se molestó en escribirle.
Créditos
*Agregar créditos aquí para la adaptación animada*
*Agradecimientos a las personas que fueron momentos brillantes y cálidos en medio de la historia: la familia de Panguipulli, la dueña del hostal en Victoria, la gatita Shine, y al dueño de la cervecería en Ercilla.*
*Conseguir que el tema de cierre sea “Wish Them Well”, de Rush, ya que es lo que mejor representa el el final de esta historia*
All that you can do is wish them well
All that you can do is wish them wellSpirits turned bitter by the poison of envy
Always angry and dissatisfied
Even the lost ones, the frightened and mean ones
Even the ones with a devil insideThank your stars you’re not that way
Turn your back and walk away
Don’t even pause and ask them why
Turn around and say goodbyePeople who judge without a measure of mercy
All the victims who will never learn
Even the lost ones, you can only give up on
Even the ones who make you burnThe ones who’ve done you wrong
The ones who pretended to be so strong
The grudges you’ve held for so long
It’s not worth singing that same sad songEven though you’re going through hell
Just keep on going
Let the demons dwellJust wish them well
¡Será hasta la próxima historia!



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