Vista de Santiago desde

Farellones — Aventura Uno: Hielo

[del 5 de julio, 2017]

Hace ya algunos días la idea daba vueltas por mi cabeza, más bien hace algunos años, ahora con dos ruedas y un motor nada me impedía ir a Farellones, un lugar tan cercano a Santiago y tan lejano a la vez. El despertador sonó a eso de las 4:45 AM (lo sé, masoquista), mañana fría de invierno, pero el entusiasmo podía más que la escarcha que se formaba, me abrigué lo mejor que pude y partí en la oscuridad por la autopista (en la que me perdí, oh bueno).

Llegué al inicio de Camino a Farellones, la luz crepuscular apenas se notaba, la cordillera estaba muy nevada. Ese día cumplía 2 meses con la Tornado, y consciente de mi poca experiencia decidí enfrentar las 40 curvas de todas formas. Todo el camino serpenteante para mí, nadie subía ni bajaba, pero el frío se hacía notar, la vegetación congelada aparecía junto al camino. Mi maldición de las manos frías hacía que aún bajo los gruesos guantes de invierno mis dedos se congelaran. A ratos me detenía buscando la mejor fuente de calor para mis manos disponible: el motor. Y así continuó el camino.

Mi moto camino a Farellones

A medida que ascendía veía como la nieve comenzaba a cubrir los alrededores del camino. Abajo del casco no podía dejar se sonreír, era un paisaje hermoso, sin nadie alrededor, sólo el blanco, el silencio y el frío. Me detuve en un sector con pinos a mitad del camino, calenté mis manos y caminé sobre la nieve por primera vez en mi vida. Creo que mi yo de 26 años perdió unos 20 en ese momento. Caminé entre los pinos unos minutos, veía sus espinas congeladas y como la nieve caía al sacudir alguna rama, ahora podía experimentar los paisajes que imaginaba al leer Colmillo Blanco o los pasos nevados de Tierra Media.

Plazoleta Negra cubierta de nieve.

Continué subiendo, ahora el la meta era ver hasta dónde podría llegar antes de dar la vuelta.

Vista de Santiago desde
Santiago, bajo la bruma y el smog.

Faltaba la mitad del camino y aparecían parches de hielo en la pista. En un par de curvas cerradas la sincronización entre doblar, inclinarme, acelerar y usar embrague falló y el motor se apagaba. Pasé la curva 40 y un cartel indicaba Farellones hacia la izquierda y Valle Nevado hacia la derecha, en ese punto varios vehículos se encontraban poniendo cadenas para seguir a Valle Nevado.

Primer error: bastó que entrara 3 metros hacia la derecha para darme cuenta que no era nieve, era hielo. Me detuve, cuidadosamente realizaba una vuelta en U a unos 5 km/h, pero inevitablemente terminé en el suelo con la moto sobre mi pierna izquierda. Caída sobria, lenta y suave. Como se debe aprender algo de los errores, tengo dos cosas que rescatar:
1) una buena rodillera hace la diferencia entre una lesión y no haber sentido absolutamente nada en una caída.
2) sin hielo para la moto, por favor.

Ahh, además de lo absurda que fue la caída, la mejor parte fue tratar de levantar la moto ante la vista impertérrita de dos hombres sentados en un auto dos metros atrás de mí, la moto en el suelo, volteaba y veía rostros rígidos e inexpresivos, les faltaba tocar la bocina… En fin, logré volver al pavimento y a tener fricción bajo los neumáticos.

Pensé que lo mejor era regresar, ya vi el límite del camino y admiré unos minutos la infinidad de montañas nevadas. La cordillera en su máximo esplendor.

Veía las 40 curvas con optimismo y confianza, ya había bajado unas 6 curvas cuando vi un grupo de aves que llamó mi atención, me detuve al costado del camino y busqué la mejor piedra que pude bajo la nieve para apoyar la pata de la moto y tener mayor superficie de apoyo, me alejé unos metros a ver las aves en la nieve…

Segundo error: escuché un sonido pesado a mis espaldas, volví para ver la moto en el piso, otra vez… ya no se puede confiar en las piedras, aunque en verdad la misma piedra se hundió a causa de la nieve. Esta vez la caída fue un poco más seria, porque quedé sin embrague.

En ese momento la alegría fue reemplazada por preocupación y me preguntaba por qué hice algo tan estúpido, ¿Por qué no me fijé bien? ¿Por qué paraste aquí? ¿¡Cómo bajo los 35 vueltas que faltan así!? Ahora lamento no haber fotografiado la moto en el piso, sería un buen recuerdo, pero en ese momento sólo quería levantarla. A causa de la nieve me costaba hacerlo, ya estaba cansado, pero un hombre detuvo su auto y se acercó, “debes levantarla así, ponte allá”, me mostró una forma de levantar la moto en la nieve para evitar el deslizamiento y me deseó suerte.

La idea de bajar sin embrague era suicida, volver a subir sería difícil, pero sería mejor que probar suerte bajando en neutro o algo similar. El apoyo que dejaba la manilla rota era mínimo, logré enganchar primera y avanzar. Eran unas pocas curvas, sólo debía ir calmado y no dejar que se apagara… (igual se apagó dos veces), pero logré llegar a la bencinera del pueblo.

El bombero de turno me dijo que sería difícil encontrar ayuda allí, pero me dijo que dos hombres construían una casa cerca de ahí. Al dar media vuelta sobre el barro empujando la moto apareció más hielo y una vez más se deslizó al suelo, ahora se rompió uno de los (poco confiables) cubrepuños que traía la moto, como imaginarán la moral ya estaba por el piso, entre el barro y la nieve.

Llegué donde dos hombres soldaban una estructura metálica sobre la nieve. Les expliqué mi situación y detuvieron su labor para ayudarme. Pensamos en distintas opciones y se nos ocurrió una buena idea, el cubrepuños roto donó parte de sus órganos (pernos y tuercas)…

Y ta-dá, ¡Manilla de embrague!

El viaje volvió a ser alegre y lleno de color, casi todo blanco y nevado, pero definitivamente lo malo había pasado. Bajé cuidadosamente las curvas de vuelta, dejé la nieve y el frío atrás. En una de las curvas mientras bajaba me sorprendió un zorro culpeo que descansaba junto al camino, me detuve a fotografiarlo y en eso llegó una tenca curiosa.

Zorro culpeo (Lycalopex culpaeus)
Escribí La Historia del Zorro sobre esta foto
Zorro culpeo (Lycalopex culpaeus)
Tenca chilena (Mimus thenca)

Creo que fue una fantástica experiencia que no olvidaré, esperando que sea la primera de muchas, además de no cometer los mismos errores. Apenas llegué a Santiago pude comprar una nueva manilla de embrague y volvimos a casa.

¡Quien pensaría que una semana después de subir a conocer la nieve, caería una gran cantidad de nieve en Santiago!

Distancia recorrida: 133 km

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