Altos del Tupungato — Arriba en la cordillera (en moto)

[del 30 de diciembre, 2021]

Gran parte de este año que termina la pasé con un pensamiento recurrente, el querer salir a algún lado, a pesar de que se han levantado algunas restricciones ha sido poco lo que he recorrido, especialmente en la moto, mirando hacia atrás creo que sólo me ha costado más que antes reunir el ánimo y energía para hacerlo.

Quería terminar el 2021 haciendo aunque sea una ruta tranquila a algún lugar bonito y aprovechar de pajarear.
«Podría ir a la cordillera, quizá recorrer algunas rutas que nunca he ido. ¿Y qué tal la costa? ¿Cuándo fue la última vez que viste el mar? Ugh, hace casi dos años. ¡Pero ir a la costa a fin de año es un caos, mala idea! Mmm…»
En medio de días pensando, me llega una invitación imprevista (¡usualmente el mejor tipo de invitación!) de Naijem, compañera y amiga de mi carrera [nota: al fin me titulé], contándome que por su trabajo subirían a Altos del Tupungato, donde los paisajes eran preciosos.

Iría en la camioneta junto a ellos, pero el día anterior me confirmaron que literalmente me quedé abajo porque la camioneta que consiguieron era para dos pasajeros. Mientras pensaba en una ruta alternativa para aprovechar el día se me ocurrió casi de broma “¿Y si sigo la camioneta en la moto?”, idea que fue aprobada de inmediato, jeje.

Todo esto me llevó el 30 de diciembre a subir por el camino que siempre subo, pero doblar donde nunca había doblado. Ruta despejada hacia San José de Maipo y, aunque un poco sobre el límite de velocidad, los autos me pasaban bastante más rápido, incluso en zonas de no adelantar. Este año me ha causado temor subir al Cajón porque tengo la impresión de que los accidentes vehiculares han aumentado explosivamente: choques, volcamientos y atropellos. Aunque al doblar en el camino hacia El Alfalfal se volvió tranquilo y despejado, toda una ruta que nunca había visitado a la sombra de las montañas, que retardaban le llegada del calor de la mañana.

Subiendo por el Camino a El Alfalfal.

Mirando hacia atrás me costaba recordar la última vez que subí al Cajón del Maipo en moto, me sorprendió verificar que fue en la primavera del 2019, tan seguido que subía que fueron tres visitas durante esa estación. Supongo que el tiempo vuela, y también se arrastra, cuando estás encerrado.

El Camino al Alfalfal sube serpenteando junto al Río Colorado, un afluente del Río Maipo, para terminar luego de subir 14 km, en el poblado El Alfalfal, donde se ubica la central hidroeléctrica del mismo nombre. Ahí esperé que llegara Naijem junto a René en la camioneta. No había mucho que ver cerca del puente, aunque logré fotografiar una pequeña mariposa.

Una mariposa Auca sp.

Una vez verificados los permisos, pudimos ingresar, ahora el camino dejaba de ser pavimentado, aunque era un ripio bien mantenido, cosa que iría degradándose a medida que avanzábamos más kilómetros adentrándonos en los Andes. Al fin pude ver también por dónde se entra hacia el Parque Río Olivares, que aparecía su camino en una de las bifurcaciones luego de un par de puentes, oh sí, habían muchos puentes.

Uno de muchos puentes, rodeado de muros de roca.

El paisaje en el primer tramo se cerró rápidamente, nos encontramos en medio de los pasillos de un inmenso castillo tallado hace millones de años por la cordillera, sus paredes casi verticales tenían texturas preciosas de roca gris. Un pequeño pasaje de la gran cordillera. Recordándonos lo pequeños que somos.

Al salir del castillo de piedra comenzaron a aparecer vegas muy verdes a ambos lados del camino, me daban unas enormes ganas de detenerme en cada una y observarlas con binoculares a ver con qué aves podría encontrarme, pero trataba de no quedar muy atrás de la camioneta, que me esperaba cuando había alguna bifurcación del camino. Como había mencionado, habían muchos puentes, algunos de concreto y otros de madera, los que había que cruzar cada vez que el camino pasaba sobre el Río Colorado y sus aguas cafés.

Cuando llevábamos 16 km desde la entrada, encontramos un puente que hace no muchos meses fue arrastrado por una crecida del Río Colorado, seguido de un túnel corto a un costado de la montaña (el segundo túnel de montaña que cruzo en la moto). En este punto vimos a un pequeño grupo que caminaba hacia Baños Azules, tenían un buen tramo por delante, así que los llevaron en la camioneta.

El puente que arrastró el Río Colorado hace unos meses.
El túnel de la ruta.

La ruta luego del túnel era con un paisaje algo más abierto y el camino progresivamente empeoraba en su estado. El paisaje me recuerda al que se ve en El Morado (lo que me recuerda que no he ido hace 10 años a ese lugar, tan cerca que queda…) y a lo largo del recorrido se repiten los que consideré “Define la ruta en tres carteles”:

Al llegar a la bifurcación que va a Baños Azules hacia el oriente y nuestro destino hacia el poniente existe una barrera (teníamos llave), luego de cruzarla el camino se juntaba con un tramo de un curso de agua, por lo que fue una parte más refrescante que todo el seco camino anterior.

El glaciar que se ve al fondo correspondería Cerro Solari.

Cruzamos un puente más y ahora recorríamos la ladera al lado poniente del Estero Parraguirre, el camino era casi una recta que subía y bajaba durante 10 km, con grandes piedras que en ocasiones me eran imposibles de evitar, aunque afortunadamente la Tornado es bastante capaz para no desviarse al tener que pasar sobre alguna. Como referencia, unos km más hacia el norte se encuentra el Morro Rabicano. Al final de este segmento había algo hermoso (todo el paisaje era hermoso, pero ahora había algo puntual): una pequeña poza a los pies de una vega, ¡la que también tenía cientos de renacuajos!

¡Sólo miren que agua tan preciosa!

Esperé unos pocos minutos a que llegara la camioneta que venía atrás de mí antes de comenzar la peor parte de toda la ruta: un zig-zag ascendente por la ladera de la montaña, un camino en pésimo estado. La camioneta 4×4 iba delante de mí y rápidamente tomó suficiente ventaja, mientras tanto yo intentaba encontrar el mejor equilibrio entre mantener suficiente velocidad y momentum en subida y encontrar la mejor línea para evitar unas piedras grandes (que ahora sí serían cosa seria en caso de toparlas en subida) y unas cárcavas que en ciertas partes se habrían tragado la mitad de mis ruedas, o sea, equivalentes al game over. A medida que subía (casi a 3.000 m de altura) notaba que la moto (carburada) se sentía un poco débil en su aceleración y en cada curva que lograba alcanzar escuchaba en mi cabeza “después será en bajada y será terrible”.

Fue justo saliendo de la séptima curva cuando el camino estaba lo suficientemente complicado, y tanto Gilrain como yo estábamos agotados, que el motor ya no podía mantener suficientes revoluciones y se detuvo junto a unas cárcavas. Habían sido 3 km de zig-zag en los que se ganaban 200 m de altura, casi como subir a Farellones en very hard mode. Para tratar de graduarlo, casi toda la ruta había sido clase 3 (moderado) según la Tkacsonomy, pero este último tramo era clase 4 (difícil), y no me considero muy pro en este terreno aún. Hacia adelante no se veía nada prometedor, sólo empeoraba, no sabía cuánto más se extendía el camino y considerando que habría que bajar todo eso, decidí no avanzar más, había alcanzado 2.906 m de altura. Es probable que no pueda volver nunca más a este punto en la moto, pero creo que fue la decisión más prudente, ¡ya había tenido suficiente desafío!

Gilrain al límite de la subida.

Me saqué el casco, aproveché de tomar agua, devorar algunos frutos secos y tomar algunas fotos, necesitaba descansar. En mi cabeza pensaba si este sería el peor camino que haya cruzado, en mi ranking hasta ahora estaba el camino hacia Baños Colina con nieve, luego de una tormenta la noche anterior, y también el paso por la Cuesta Las Raíces mientras caía nieve y lluvia. Creo que si considero que esas ocasiones las condiciones climáticas (nieve, hielo, lluvia, barro) empeoraron terrenos que no eran particularmente difíciles, ¡esta ruta que estaba haciendo a pleno sol y completamente seca era definitivamente el camino más difícil que haya recorrido!

Subida hacia Altos del Tupungato. Allá abajo se alcanza a ver la vega con la poza de los renacuajos.

Luego de un pequeño forcejeo para poder apuntar la moto en sentido contrario, estaba listo para bajar. Noté lo cansado que estaba mientras hacía lo mejor que podía para esquivar las rocas y las cárcavas, ahora prácticamente sin poder detenerme, sentía suficiente ansiedad y adrenalina como para que el cansancio estuviera en segundo plano, además del corazón latiendo más fuerte que en mucho tiempo. Fue esta emocionante bajada que pude ver algo en el camino que me obligó a detenerme como fuera, las plumas más grandes de la Cordillera de los Andes: ¡plumas de cóndor!

Plumas de cóndor (Vultur gryphus), posiblemente de la cola.

Sentí un gran alivio cuando llegué nuevamente a la poza con los renacuajos, ahí esperé a que volvieran con la camioneta y pude descansar, además de tomar fotos y pajarear. En un momento, un curioso churrete acanelado llegó hacia mi mochila y comenzó a picotearla, no tengo idea qué habrá visto, pero estuvo intruseando un minuto completo.

Churrete acanelado (Cinclodes fuscus)
Larvas de sapo, posiblemente sapo espinoso (Rhinella spinulosa)
Dormilona de ceja blanca (Muscisaxicola albilora)

Pudimos descansar unos minutos en ese lugar y emprendimos el regreso. La peor parte del camino ya había quedado atrás y me alegraba mucho haber podido alcanzar un nuevo rincón de la cordillera, además de haber podido llegar hasta ahí en la moto. El descenso fue rápido, el camino progresivamente se hacía menos difícil, aunque al volver había que cruzar un arroyo otra vez, no era muy profundo (30 cm), pero era ancho y en esa parte era un cruce doble, esta vez me costó un poco más cruzarlo, pero todo salió bien. Nos despedimos en Los Maitenes y seguí mi camino hacia Santiago.

A medida que volvía, el cansancio dio paso a su peor fase: el sueño. Los últimos días había dormido poco y mal, además que era la hora de más calor, pésima combinación para manejar. Me ha pasado muy pocas veces al andar en moto, el tener sueño, que el cansancio haga que tu mente empiece con alguna fijación en un pensamiento o tus ojos se pegan en algún punto del escenario. A pesar de todo, pude llegar bien a la casa.

Fue una buena aventura para terminar el año, prácticamente la única del año donde hubo off road (¡bastante!) y terminé agotado. Espero que este 2022 pueda salir más y tenga más que compartir aquí, tengo unas enormes ganas de volver a la costa luego de casi dos años sin ver el mar.
Me siento muy agradecido de la invitación y la oportunidad, ¡¡muchas gracias, Naijem!!

¡Será hasta la próxima! (Que espero no tenga una espera tan larga)

Distancia ruta principal (sólo ida): 73 km (36 km off-road, 49%)
Distancia total del día: 192 km

Reporte pajarero en eBird: aquí


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