Litueche — Equinoccio de otoño

Luego de tres años trabajando en consultoría ambiental, primero freelance y ahora full-time, con terrenos por aquí y por allá, esta semana por fin pude realizar una de esas ideas recurrentes durante ese tiempo: “Sería entretenido poder ir al terreno en mi moto”. Así es como la primera ruta del año 2024 fue rumbo a Litueche, hacia un terreno al que no quería ir y que tenía mi ánimo en números bajo cero, pero hey, ¡voy en moto! Debería compensar lo negativo.

Parque Eólico Cardonal, uno de los tres parques eólicos cercanos a Litueche.

19-mar. Santiago – Litueche
154 km

Partí temprano y el trayecto fue bastante más fresco de lo que esperaba, un recordatorio de que la ida sería en verano y el retorno ya en otoño, pues este era el último día del verano.

La ruta inicial entre Santiago y Melipilla por la Ruta 78 fue tan emocionante como siempre lo son las autopistas (nada), y fue precisamente al salir de la autopista hacia Camino a Rapel cuando un bailarín (Elanus leucurus) apareció volando en un campo de cultivo junto a mí, ¡el primero que veo este año! El Camino a Rapel se volvió más entretenido de recorrer, es una ruta simple de dos pistas, aunque llena de vehículos mientras más cerca de Melipilla vayas. Aún tenía unos 80 km por delante y el sol brillaba en el cielo.

El punto escénico del viaje fue pasar sobre la Central Hidroeléctrica Rapel, que fue puesta en marcha en 1968 luego de 12 años de construcción y fue la primera central hidroeléctrica de gran escala del país, además de crear el artificial Lago Rapel. Me detuve unos minutos en el mirador que da aguas abajo de la represa y acordé pasar al mirador aguas arriba cuando volviera a Santiago por motivos estratégicos (me pasé el primer mirador sin darme cuenta).

127 km lejos del mal.

Llegué a la cabaña donde están alojando mis compañeros de terreno, aunque ellos todavía no llegaban. Aproveché de quitarme el frío del viaje sentándome en el patio a leer, mientras un diucón (Pyrope pyrope) vocalizaba sobre un cable y hacía un lindo despliegue en vuelo, y almorcé mi ya clásica comida de campaña: una caja de legumbres, lentejas esta vez. Después de eso llegaron los demás, almorzaron y salimos al terreno, que corresponde a uno de los varios parques eólicos del sector para monitorear fauna.

Una de las varias viudas negras (Latrodectus thoracicus) que aparecieron mientras buscaba lagartijas.

Al regresar a la cabaña, todavía con algo de sol en el cielo, me deslicé rápidamente hacia la habitación donde dormiría, me senté en la cama y saqué mi libro, la estrategia básica de escape (hace años renuncié a los Premios Socializar). Al rato también fue necesario recurrir a los audífonos debido a la música habitual (reggaeton), ahora sí, la fortificación estaba completa. Sólo tengo registro de una persona en la vida que, ya sea porque no entendía o porque se lo tomaba personalmente y quería triunfar, logró pasar por encima de toda esta barrera para molestarme con preguntas absurdas, para luego hablar de ella por un buen rato, era una profesora de mi carrera. Gente egocéntrica en posiciones de poder. Oh bueno, así pasé las siguientes tres horas y luego me quedé dormido.

20-mar. Litueche – Santiago
162 km

Un abrupto cambio de estación. El primer día de otoño (¡al fin!) amaneció muy nublado y frío, al mirar por la ventana mi primer pensamiento fue que sería un pésimo día para buscar lagartijas, el segundo pensamiento fue que no traje abrigo adecuado para el viaje de retorno en la moto. Tomé un desayuno austero, té de bolsita y una barra de cereal, sentado en el patio mientras miraba las nubes y una garza grande (Ardea alba) volaba sobre mí.

Mi cielo favorito, cuando “el día está feo”.

La mañana no fue muy productiva, como ya había previsto al levantarme, por lo que mi viaje de regreso partió temprano. Contaba con poder comer algo, el famoso segundo desayuno, pero no encontré un lugar antes de llegar al embalse Rapel, donde estuve un buen rato atrapado (reunión desde el celular) y aproveché de tomar fotos.

Lago Rapel desde la central hidroeléctrica.
Central Hidroeléctrica Rapel.

La semana pasada, cuando hice el mismo camino de regreso en bus, vi en el mapa una localidad llamada Loica (como el ave Leistes loyca) y me dio curiosidad conocerla, además de aprovechar de pajarear y ver si podía ver una loica en Loica (jejeje). Tomé la ruta que decía “Camino Vecinal Sin Salida” en su inicio, que era un angosto camino pavimentado hacia Alto Loica y después pasé a un camino de tierra, pero luego de avanzar unos pocos metros me encontré abrúptamente con un escenario que me recordó a Bárbol al llegar al borde del bosque en Isengard.

Un incendio forestal reciente arrasó con la localidad de Alto Loica.
Alto Loica. Los espinos son los primeros en volver a pintar de verde el paisaje.

El silencio, las nubes y la ausencia del viento rodeaban el escenario, mientras el paisaje quemado se extendía de loma a loma y el caserío en medio de todo había sido arrasado. El vacío sonoro era interrumpido tímidamente por una una loica solitaria que cantaba desde algún árbol chamuscado, al igual que una pareja de tencas (Mimus thenca) sobre los eucaliptos. La mayoría de los árboles que cubrían el lugar eran eucaliptos, cuyos monocultivos han sido apuntados durante los últimos años como un factor importante en el descontrol e intensidad de los incendios forestales, cada vez más recurrentes en Chile. Me fijé que los espinos (Vachellia caven) son los primeros es volver a pintarse de verde luego de haberse quemado, esto puede asociarse por un lado a que su madera es muy densa y puede resistir mejor el fuego, a diferencia de otras especies como el eucalipto o el pino, otras cualidades lo hacen también resistente a las heladas y la sequía. Esto es sólo una muestra de la gran capacidad de las especies del bosque esclerófilo a resistir condiciones adversas, para rebrotar y resurgir nuevamente. [Gracias a Matías Cortés, por el apoyo con su conocimiento en flora. Hay que mantener el blog con una razonable base científica, jejeje]

Y seguía con hambre y frío. La energía del desayuno de cuatro horas atrás ya se había agotado. Busqué en el mapa antes de devolverme por donde vine y un lugar de inmediato me llamó la atención: “Loicafé“, por lo que como pajarero me vi obligado a pasar. El hombre que me atendió me contó que el sector Alto Loica se quemó hace poco más de un mes, el 12 de febrero, y que estos incendios son cosa de cada año ya. Un café y una empanada de verduras restauraron completamente mi energía y pude seguir con calor interno al fin. Bastó cruzar el Estero Loica, atrás del café, para ver otra gran extensión de vegetación ennegrecida por el fuego… Por poco no conozco el café.

Ruta en moto con empanada, ruta en moto feliz.

El resto del camino de regreso fue gradualmente volviendo a lo que contaba al inicio del viaje, ya que la ruta se congestionaba cada vez más al acercarme a Santiago. A pesar de todo me sentía feliz cada vez que pensaba que podría estar retornando encerrado en un bus y haberme perdido de conocer, aunque fuera un poco, algunos rincones en el camino. La moto se portó perfecto y bueno, luego de las desventuras de las defensas de motor que escribí anteriormente, una parte de mí miraba la moto con algo de desconfianza ante la idea de un viaje más largo, ya que no sabía había logrado el arreglo definitivo o si se soltaría algo sin darme cuenta. Afortunadamente este viaje sirvió también para mostrarme que todo quedó bien y que Gwaihir nuevamente está impecable para lo que venga este año.

Distancia total: 316 km


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