Canela — Entre cactus y flores sopla el viento

Realizando una breve retrospectiva, hacía rato que quería salir en la moto a algo más lejos que la cordillera o la costa en latitudes cercanas a Santiago. Con un intermedio de casi tres años, con pandemia incluida, la última vez que salí lejos (bien lejos) fue en mi visita a la araucanía andina a fines del 2019, un viaje algo decepcionante que me reforzó el “mejor solo que mal acompañado”.

Durante el otoño tuve la idea de ir a acampar a la precordillera del Maule o si podía un poco más al sur… Finalmente no pasó. También estos últimos meses he estado yendo a trabajar a un parque eólico cerca de Ovalle por la costa, pude ver el paisaje café en otoño e invierno, pero la cosa cambió en los últimos terrenos durante septiembre, los mismos paisajes me impresionaron con sus cerros verdes y variedad de flores en suelos que antes me parecieron tan carentes de vida. Fue suficiente para decidir el lugar a recorrer en moto, y no viajaría solo, Feru me acompañaría esta vez.

17-oct. Santiago – Canela
306 km

El lunes 17 de octubre fue el día de partida, con la moto cargada con sus alforjas y maleta, comenzamos nuestro viaje a las 11:15 y tomamos la Ruta 5 en dirección al norte, nuestro destino: Canela Baja, en la región de Coquimbo. Sería un viaje de 300 km.

Como he expresado antes, viajar en moto por la autopista te hace ganar tiempo, pero te pierdes la experiencia del paisaje que atraviesas. Sólo existe el ruido, el viento, y uno que otro camión que pasa a tu lado. Una breve detención en la Copec de Hijuelas para recargar, estirar las piernas y continuamos. ¡El tramo entre La Calera y La Ligua fue especialmente duro! El cielo se nubló y las banderas a los costados de la autopista flameaban en sentido contrario a nuestra dirección, como para tener una confirmación visual de que el viento estaba totalmente en nuestra contra. Sé que el motor de 250cc de la Tornado no es particularmente potente, pero aún así no podía superar los 75 km/h en el peor momento, y mis brazos iban en permanente tensión.

Llegamos al punto donde se cruza el río Petorca, cerca de Pichicuy, aquí es donde el escenario cambia y un protagonista hace su gran entrada: el mar. El viento ahora era lateral y más amigable, seguía nublado, pero antes de llegar a Los Vilos el sol hizo su reaparición en el cielo. Una última detención en la Copec de Palo Colorado y continuamos. Sigue siendo el mejor momento del año para andar por esta zona del norte: parches de flores de distintos colores aparecían aquí y allá, los quiscos ahora están en flor y los cerros están muy verdes. Incluso atravesando el paisaje por la autopista, el aroma de algunas extensiones de flores entraba a mi casco, haciéndome disfrutar otra dimensión del paisaje que tal vez se pierde al ir dentro de un auto. (También me alegraba que el covid no me había quitado el olfato).

Cuando nos acercábamos a Huentelauquén ya iban a ser las 16:00, llevábamos casi 4 horas y media de viaje, y a pesar de que ya era parte del plan, los múltiples carteles que aparecían al costado de la carretera anunciando empanadas generaban la anticipación de que pronto podríamos almorzar. La primera vez que visité el lugar fue durante unos censos de aves el 2018 y luego en cada terreno camino al parque eólico es la parada a almorzar, todas las veces me imaginaba poder llegar un día en la moto… ¡Y así fue esta vez!

Las famosas empanadas de queso de Hacienda Huentelauquén

Quedaba poco para llegar a Canela Baja, apenas 35 km, fue un alivio salir de la Ruta 5 Norte y comenzar a dirigirnos hacia el oriente, los cerros se pintaban de distintos tonos de amarillo, verde y a ratos morado. Llegamos a las 16:45, luego de 5 horas y media de recorrido. Nos quedamos en el Hospedaje Canela L & E, que tiene unas lindas y cómodas cabañas equipadas con todo. ¡Lo puedo recomendar a cualquiera que ande por la zona!

18-oct. Puerto Oscuro
50 km

El día no comenzó tan temprano como me habría gustado, pero el cuerpo estaba en mantención luego del tramo del día anterior y el esfuerzo de ir contra el viento. Aproveché de recorrer el pueblo antes de salir en la moto, tomé fotos a cuanta flor podía encontrar y también había que observar aves.

Antes del mediodía salimos rumbo a la Caleta Puerto Oscuro, otro camino que quería puro recorrer en la moto porque es muy bonito y además no está pavimentado, jejeje. El camino se extiende a lo largo de la Quebrada San Luis, donde dos lagunas que se forman cerca de la Ruta 5, ahí una garza grande permanecía inmóvil sobre el agua mientras cazaba.

Uno de los humedales en el camino a la Caleta Puerto Oscuro

Los últimos metros del camino tienen una pendiente relativamente pronunciada, lo que es lamentable porque justo en ese lugar se abre la mejor vista de la caleta y las ganas de detenerse a tomar una foto son tan fuertes como imprudentes. En esta fecha la caleta es casi un desierto (¡justo como me gustan los lugares!), unos pescadores sacaban lanchas cargadas de cochayuyos y algunos jotes y gaviotas tomaban altura con el viento. Habían varias flores que no estaban cuando pasé en septiembre, así que aproveché de fotografiarlas y subirlas a iNaturalist, así se aprovecha de aportar al conocimiento de la biodiversidad y de pasada de aprende 🙂

Volvimos a almorzar a Canela Baja algo tarde y, a pesar de que el plan era salir en la moto otra vez a explorar las cercanías del pueblo, me quedé dormido en el hospedaje (oh no), así que me quedó pajarear los alrededores. Desde que llegamos al hospedaje, se escuchaba una incesante pareja de tencas que vocalizaban, en una de mis vueltas pude ver que visitaban un arbusto justo afuera de la cabaña, llevando pequeños insectos.

Tenca (Mimus thenca) llevando alimento a un nido

19-oct. Canela Baja – Los Vilos
50 km

Hoy dejaríamos Canela Baja para dirigirnos a Los Vilos, el día comenzó con sol, pero al poco rato unas nubes oscuras avanzaron desde el norte, oscureciendo los cerros y el pueblo.

Cerros de Canela Baja

Salí a pajarear temprano una vez más antes de irnos, recorrí cerca del cementerio de Canela, donde varios pajaritos hacían su vida, entre ellos una yal que buscaba comida para un pequeño pichón que se escondía abajo de unas tumbas, otros chirihues que cantaban al costado de un cerro y un diucón que iba y venía a posarse sobre una cruz.

Diucón (Xolmis pyrope) en el cementerio de Canela Baja

Para no desaprovechar la belleza del paisaje retornando directo hacia la autopista, revisé las rutas para poder explorar y me pareció buena idea tomar el camino de Canela Baja > Agua Fría > Mincha > Huentelauquén, esto mediante las rutas D-787 y D-949. ¡Cada kilómetro que avanzaba por la ruta me alegraba de haberla elegido! El paisaje estaba lleno de cactus en flor, parches de huilli (Leucocoryne) de distintos colores, cerros cubiertos de amarillo y verde… Todo esto mientras se recorre un camino pavimentado con subidas y bajadas, además de curvas bastante entretenidas, a ratos me hacía pensar en el recorrido de una montaña rusa. Más adelante se encontraba la Cuesta La Flojera, que en su punto más alto tiene unos 635 m de altura, su pendiente es algo pronunciada y con bien cerradas en algunos momentos. ¡Pasó un cóndor volando a gran altura por aquí!

Lamentablemente, y al igual que en otros caminos que recorrimos, encontramos algunos pájaros impactados por vehículos, que yacían en el camino y que ahora sólo el viento les daba movimiento. Me detenía para dos cosas puntuales: tomarles una foto para aportar al proyecto de Fauna Impactada de iNaturalist, que recopila registros de este tipo a lo largo del país, y para mover los cuerpos inertes fuera del camino para evitar que algún carroñero sufra su misma suerte.

Tenca (Mimus thenca) atropellada en la Ruta D-787

Al bajar a Mincha atravesamos un camino que cruzaba el Río Choapa, por lo que hubo tres pequeños cruces de agua en el viaje, nada que bañara la moto completa, jeje. Lamentablemente poco antes de llegar a la Ruta 5 Norte, pude ver otro atropello, esta vez una culebra de cola larga, me detuve y caminé para repetir las mismas acciones que mencionaba antes, pero esta vez fue más doloroso al ver que la culebra seguía viva y con dos grandes heridas en su cuerpo. Busqué en mi teléfono si había algún centro de rescate de fauna cerca, aunque estaba algo lejos tanto de Los Vilos y aún más lejos de Coquimbo (y en sentido contrario). Mientras pensaba qué hacer y lamentaba no haber pasado unos minutos antes y quizá haber podido evitarle su suerte, comenzó a retorcerse y le salía sangre por las heridas… Había considerado si quizá podría sobrevivir y dejarla, pero al ver que sólo sufriría una muerte lenta tratando de arrastrarse tomé la decisión de sacrificarla de forma rápida, confío en que fue la decisión correcta y lo más piadoso que se podría haber hecho en esas circunstancias. He visto morir a más animales de los que me gustaría, incluso la eutanasia resulta una decisión dolorosa. Los siguientes kilómetros fueron bastante tristes pensando en eso.

Culebra de cola larga (Philodryas chamissonis) atropellada en Huentelauquén

Pasamos rápidamente por el mismo pedido de empanadas del primer día y continuamos rápidamente hacia Los Vilos. Allí nos hospedamos en un Airbnb que encontré, una pequeña cabaña, muy simple y cómoda, perfecta para una noche antes de seguir hacia Santiago al día siguiente. Bajamos hacia la costa un rato, vimos que en la arena habían muchas cosas: estrellas de mar, cangrejos muertos (¡algunos enormes!), conchas de caracoles y otras cosas. ¿Será parte de la naturaleza humana ir mirando qué cosas hay a orillas del mar en la arena?

Gaviotas dominicanas (Larus dominicanus) en la playa de Los Vilos

Recorrimos algunas calles antes de volver al hospedaje, aunque luego salí otra vez antes de que se fuera el sol para aprovechar de tomar algunas fotos más mientras quedara luz.

Mural del Negro Matapacos en Los Vilos
Gilrain en el hospedaje de Los Vilos

20-oct. Los Vilos – Santiago
235 km

Amanecer del día final. Un chercán cantaba frenéticamente afuera de la ventana (¡se graba para eBird, jeje!), corría viento y el sol anunciaba un día caluroso. Armados de barras de cereal y agua, partimos al mediodía con dirección a Santiago. Bastó tocar la Ruta 5 Norte para que un viento lateral fuertísimo se sumara al recorrido y nos acompañaría prácticamente hasta el Río Petorca, donde el mar se ve por última vez, en otras palabras, fueron unos 60 km donde cada camión que era adelantado y curva que se tomaba incluía una buena cantidad de ansiedad por el empuje del viento desde la derecha.

En la pista en sentido contrario apareció en un momento un vehículo accidentado, donde una ambulancia y otros vehículos rodeaban el rescate de los pasajeros. Escenas que de alguna forma me recuerdan la fragilidad de uno mismo al viajar por la autopista y un subrayado a “concéntrate, no hay espacio a errores aquí”.

Una vez que el mar quedó atrás y nos adentramos en el valle central el calor se hizo notar rápidamente, el resto del camino fue más seco y caluroso. Sin embargo, a diferencia del camino de ida, el cierre del Túnel El Melón nos entregaba la oportunidad no opcional de cruzar la Cuesta El Melón en moto (¡nueva cuesta recorrida en moto!). Es un camino muy bonito, rodeado de bosque esclerófilo y con buenas vistas. Sin embargo, el desvío ocasionaba que la cuesta estuviera con mucho tráfico… Daba algo de temor ir cuesta abajo y poder leer claramente AINACS (un camión Scania) más cerca de lo que me habría gustado que estuviera.

El resto de la ruta fue monótona y sin novedad, los tacos y el calor de Santiago nos recibieron como cualquier día de la semana. Definitivamente fue una pequeña escapada que me alegro de haber hecho, ¡y con muchas ganas de repetirla y seguir explorando el área de Canela e Illapel!

Puesta de sol en Los Vilos

Gracias por acompañarme en esta vuelta por el norte en moto por medio de mi relato, espero tener algo entretenido que contar próximamente. ¡Hasta la próxima!

Distancia ruta principal: 152 km
Distancia en autopista: 560 km aprox
Distancia total: 678 km

Reporte pajarero en eBird: aquí


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